Barack Obama ha estrenado casa, de color blanco, y coche? de color negro. El nuevo presidente de los Estados Unidos utiliza desde su proclamación en Washington un espectacular Cadillac especialmente fabricado para satisfacer las necesidades y exigencias de quien dicen es el hombre más poderoso del mundo. No podía ser de otro modo: un automóvil americano para el político de debe sacar, entre otras muchas cosas, a la industria de la automoción de su país de la profunda crisis que padece.
La limusina de Obama está desarrollada sobre el modelo de serie DTS. Su longitud es de 5,5 metros y Cadillac no ha facilitado demasiados datos sobre sus características, por lógicas razones de seguridad. Se sabe, por supuesto, que se trata de un automóvil absolutamente blindado al máximo nivel: desde su carrocería reforzada a sus cristales blindados, pasando por unos neumáticos capaces de rodar sin presión o un depósito de gasolina de alta resistencia.
El confort de este vehículo, como también es previsible, se antoja superlativo. No sólo por las generosas dimensiones de su habitáculo, con dos enormes plazas traseras tras el conductor, también por una dotación telemática que permite al presidente trabajar casi como si estuviera en el Despacho Oval: ordenador, conexión a Internet, varios teléfonos
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