
La luz de 187 faros ilumina parte de los 7.889 kilómetros de las costas españolas. En el listado se encuentra la Torre de Hércules, el faro más antiguo del mundo en funcionamiento. Y es que a pesar de las nuevas tecnologías, la comunicación vía satélite y los radares, las señales luminosas emitidas desde puntos estratégicos del litoral conservan su valor. Un barco acercándose a la costa siempre buscará las dos luces parpadeantes, si no son tres, que limitan la tierra y el mar. Los torreros, ahora reconocidos como técnicos mecánicos de señales marítimas, se ocupan de que nunca se apaguen. El cambio de nombre evidencia la pérdida del halo de romanticismo de un oficio que inspira soledad, imagina tormentas y desvelos nocturnos. Pero igual que persiste el faro, los fareros siguen siendo los responsables últimos de que la señal se reciba a partir de las doce millas de la costa
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